¿La libertad y la igualdad son compatibles? Bajo el discurso de la democracia, se ha ofrecido a ambas nociones casi como equivalentes, y a lo largo de la relegitimación de esta forma de gobierno, en buena medida gracias a los movimientos revolucionarios de los siglos XVIII y XIX, se nos ha repetido como mantra (“Libertad, Igualdad y Fraternidad”). La realidad es que la cosa no es tan evidente.
Libertad, como capacidad de obrar según la voluntad, efectivamente es una posibilidad que late en cada espíritu humano, incluso, aún y si viviera bajo la peor de las esclavitudes, a decir de Immanuel Kant, la libertad, al radicar en lo más íntimo de nuestro ser, efectivamente puede conservarse y hasta enriquecerse en todos nosotros con la misma dignidad, que nuestras fuerzas permitieran. La concepción realista, como aquella que ha cultivado Thomas Hobbes, relaciona la libertad (la natural, para ser exacto), como un hacer, un “hacer lo que se quiera”, y será la posición que asumiré.
Libertad como hacer lo que se quiera, inmediatamente nos lleva a preguntarnos ¿Qué pasa con los otros? Si el “otro” se manifiesta como un posible “competidor para la sobrevivencia del otro” (Hobbes), como una imposición sobre grupos minoritarios que no comparten el sentir de las mayorías, que incluso se sienten amenazadas con presencias que irrumpen en su alteridad de manera abrupta, pues en el “otro” nos reconocemos, con nuestras virtudes, y nuestras limitaciones. La conciencia de los límites propios, es lo que genera problemas.
Es inteligente, deseable y aspiracional, aprender del que no piensa como nosotros, sin embargo, ese nivel de madurez y de capacidad crítica, no siempre es apreciado de la misma manera, cuando la evidente carencia de unos, trae consigo la evidenciación de las carencias, y el surgimiento de pasiones tan nefastas como la envidia, el resentimiento, el odio… solamente una sociedad de ciudadanos, podría respetar la pluralidad de las sociedades, no así las adolescentes sociedades de masas.
Las sociedades de masas, apelan al reconocimiento de la igualdad de todos los sectores, sin embargo, a mayor igualdad, mayor riesgo de libertad, pues cuando se trata de consentir a las masas, cultivar su igualdad y hasta sus carencias, en pos de conseguir votos -algo característico del sistema democrático-, las minorías corren el riesgo de ser avasalladas, si no se cuenta con el instrumental institucional que las proteja. Y no, un buen gobierno no antepone grupos, busca esa conciliación deseada.
Libertad e igualdad no son equivalentes, cuando se apela a la igualdad de las mayorías y la negación de las minorías, restando su libertad, dejándola a merced de una masa que puede estar subordinada a los intereses electorales de aquellos a quien la equidad en la sociedad, ni siquiera les importa.