Columnas
El conservadurismo, tradicionalismo o derecha como quieran llamar a esta expresión aferrada al pasado, históricamente requiere de grupos diversos, diferentes entre sí, pero con intereses comunes para poder enfrentar el “peligro” de los cambios.
El conservadurismo es una especie de gran paraguas que ampara tradicionales, rutinas políticas, creencias, costumbres, hábitos sociales, culturales, religiosos. La variedad de las fuerzas retrógradas tiene en su alianza una dependencia histórica; no les interesa coincidir en las ideas, sino en los intereses. Coexisten para exterminar los cambios, sus líderes, sus impulsores y sus operadores y rescatar sus privilegios. Otra característica que les une es el radicalismo, sus objetivos quieren alcanzarlos a sangre y fuego, como si viviéramos en las cavernas.
La variedad de las ideas que conforman ese esperpento, van mutando. De origen, es un cúmulo de ideas que chocan, se unen por los intereses, pero no mantienen ideas concretas ni pensamientos uniformes como para tener una identidad clara y sólida. Es decir, el conservadurismo ampara la tradición social en el sentido de tener
Se cuestiona que el termino conservador no cambia, pero las palabras nombran no crean personajes ni hechos. Si los conservadores no cambian difícilmente podrían llamarse de amenra diferente, siguen siendo lo que son. No hay pensamiento más estático que el conservadurismo, que debe su nombre al rechazo sistemático a los cambios, de tal suerte que quienes se cansan de este vocablo, podrían contribuir a que los conservadores dejen de añorar el pasado para plantearse una vida activa en el presente, pero actúan, operan y trabajan para regresar al pasado y mientras más lejano en la historia mejor, si se llega a la monarquía para ellos sería ideal.
La palabra conservadurismo no cambia la realidad, es ésta la que transforma el lenguaje. No hay término caduco sino acciones y movimientos anacrónicos. Las palabras definen solamente no son la vanguardia política ni social por sí mismas.
Los preceptos más sobresalientes son la espiritualidad y los derechos sobre la propiedad. Un antiguo concepto de legalidad sobre el que se basaron la mayoría de las leyes y que ahora consideran en peligro de extinción ante los fantasmas que se inventan sólo para ganar espacios dentro el poder y de esta manera, influir en la sociedad.
El derecho sobre la propiedad suele ser delito cuando es excesivo, esta situación ha convertido revueltas en revoluciones y batallas en guerras, La Revolución Mexicana es un ejemplo de ello.
El conservadurismo respalda el capitalismo, que es preservar la propiedad privada y la riqueza personal, resaltando el individualismo.
Las ideas dispersas de los diversos grupos impulsan la unidad frágil y efímera de los conservadores, se preservan para crear un fuego cruzado contra los cambios, aunque en el fondo sus diferencias vayan extinguiéndose en favor de lo monetario, su común denominador.