Columnas
La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) es la más importante institución del ser iberoamericano que ha logrado mantener, cultivar y difundir, los tesoros de un mundo que permanentemente ha tenido que vérselas con el sentido anglosajón, predominante desde las viejas guerras de religión, donde su narrativa colonial pretendió menospreciar los aportes civilizatorios de la identidad hispánica.
La UNAM es una contestación directa al menosprecio, incluso de los que en el universo anglófilo, se han convertido en respetables estudiosos del mundo hispánico, o mexicano en lo particular, como ha quedado demostrado en las diversas sedes que la institución mexicana mantiene en los Estados Unidos: San Antonio, Los Ángeles, Boston y Tucson, o en Inglaterra, en el King's College de Londres. Podemos unir estos espacios donde se estudian nuestras letras, nuestra historia y nuestra lengua, a un imponente aparato de catorce sedes, en nueve países y cuatro continentes. Llevar nuestra comprensión del universo al mundo, es un elemento que borra prejuicios y contradice a quienes en su menosprecio, pretendan lastimarnos mediante ataques infundados.
La UNAM es guardiana del patrimonio intelectual del México culto, al que se suman las instituciones serias de universidades públicas de un país que no vive anclado en sus complejos o en los pleitos de sus grupos políticos. El estudio de la Ciencia debe persistir con independencia de quiénes se encuentren al frente del país, y que lo mínimo que pueden hacer para mantener el importante baluarte civilizatorio que la universidad encarna es, además de reconocerle sus méritos y protegerla, mantener sin ningún tipo de condición, la sanidad de sus recursos y presupuestos, no regateados por la mezquindad de los oportunistas, o contaminada por patógenos ajenos a las virtudes universitarias.
La Universidad Nacional Autónoma de México, fue el refugio de la república española en el exilio, conformada no por izquierdistas de panfleto, cómodamente soñando con cambiar el mundo desde la paz de un país del que siempre han destacado sus miserias -como si en todo este tiempo, nada bueno hubiera sido creado-. Los trasterrados lucharon con las armas en la mano, y en medio de los bombardeos fascistas, engedraron a muchos de los estudiosos que serían nuestros maestros -nuestros siempre amados y recordados maestros españoles (...)-, a la manera de los exiliados por las dictaduras militares de Sudamérica, muchos de los cuales enriquecen los claustros tanto del IPN, UAM, COLMEX, etc…
No se puede ser un ingrato, un frustrado social, un vulgar filibustero de la partidocracia que juegue con el honor de una cultura completa, para solventar sus dispendios y mantener hordas de fanáticos empedernidos. La defensa de la Universidad es un asunto que marca el límite absoluto a todo lo que ellos pretendan.