Resulta correcta la idea de que democracia formal sin democracia sustantiva es la mitad incompleta de un todo. Es la representación de un caleidoscopio al que se ha mutilado una de sus mitades, una visión parcial que engaña al espectador.
En México prevalece la visión de que democracia es aquello que sucede cada tres o seis años cuando se renuevan los poderes. Entonces, es ahí cuando todas las miradas se dirigen hacia el sistema electoral.
Que México debe conservar los relevantes avances que hemos alcanzado en el sistema político-electoral es una razón y un triunfo social y político indiscutible para nuestro Estado, sencillamente, porque la legitimidad en el origen del mandato público depende de que las reglas del juego no sean transgredidas, por ello es imprescindible sostener y fortalecer la gobernanza electoral.
Sin embargo, vivimos tiempos de cambio debido a las circunstancias globales, y una de las reflexiones que debe dejarnos este espacio de confinamiento con motivo del Covid-19, es que llegó la hora de consolidar la democracia sustantiva en nuestro país.
Democracia debe dejar de ser en México, simplemente, el proceso de renovación de los órganos representativos. El concepto de democracia mexicana debe tener la audacia de salir de formalismos de reglas y elección para comenzar a pensar sobre la realización de proyectos de vida en condiciones dignas.
El artículo 3 de nuestra Constitución dispone que la democracia no solamente es un régimen jurídico-político, sino un sistema de vida para lograr el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo.
Esta visión de democracia constitucional entraña un mandato claro: todas las autoridades y órganos del Estado mexicano están obligados a generar políticas públicas y ejercer sus atribuciones de manera que: se combata la pobreza y la desigualdad, se detone el empleo, se logre el acceso a vivienda digna, se eleve el nivel de la educación pública, se asegure un salario remunerador, se proporcionen servicios universales de agua potable y luz, se garantice un servicio digno de salud pública, se logre la seguridad y protección de la vida e integridad de las personas y su patrimonio, y se alcance la eficacia de los sistemas de procuración e impartición de justicia, entre otros.
Democracia sustantiva es la única vía constitucional que asegura a la ciudadanía el acceso a oportunidades materiales y condiciones dignas de vida que permiten su movilidad social como el más efectivo mecanismo para alcanzar las aspiraciones que cada ser humano establece en su plano de vida personal.
Hasta que no vivamos bajo esta dimensión democrática, los anhelos e ideales que inspiraron nuestra revolución y la Constitución de 1917, no se lograrán y seguiremos a medias, sentados plácidamente en el sillón de la parte formal, a la que no le alcanza para transformar la vida de las personas.