Armando Hernández
Incomodar al "poder" es una tarea bastante sencilla. Se trata solamente de detectar las fallas en el desempeño de las personas que lo ejercen, y opinar libremente sobre ello.
Siendo seres humanos, todos somos suceptibles de error. Desafortunadamente la cultura moderna, lejos de educarnos para aprender de los errores, nos inculca la idea de que debemos ser (o al menos parecer) infalibles. Nos enseñan a "no equivocarnos" (pese a lo inevitable que resulta hacerlo).
Y nadie puede ser más "infalible" que alguien que ejerce cualquier tipo de "poder".
Cometer, o aceptar haber cometido un error, tiene un costo muy grande. Te vuelve un ser humano normal, y borra ese aire de superioridad con el que generalmente intenta presentarse el "poderoso".
La creencia popular de que aceptar un error te "debilita" (y por lo tanto, te hace "perder" poder) ha generado la cultura del engaño y la mentira.
Curiosamente, mentir para ocultar un error, tiene un costo menor que simplemente aceptarlo. Incluso aún cuando la mentira sea descubierta.
Hace poco me percaté de que una de las razones que impide el avance social, (es decir, la pertenencia o permanencia a los grupos sociales detentadores de poder de decisión) puede ser el hábito de incomodar, (a veces sin querer) al "poder".
A nadie le gusta ser exhibido en el error, y menos en la mentira. En ocasiones, uno puede no darse cuenta de que hablar con claridad, de manera directa, puede ser un factor de molestia, de incomodidad. En ocasiones, esto genera malestar o enojo. Y en el peor de los casos, represalias.
¿Puede un profesor ser corregido por un estudiante? ¿El profesor nunca se equivoca? ¿Qué actitud se debe tomar frente al "error"?
Recordemos eata joya de la cultura popular mexicana:
¿Qué hora es? -La que usted diga, señor Presidente.
Doblarse y agacharse frente al poder, para conseguir o conservar privilegios, es un acto que sucede con frecuencia. Incluso actuar con "prudencia" o intentar ser "neutrales" frente a la arbitrariedad o el abuso del "poder", es una manera de doblegarse.
Son pocos los que, voluntaria o involuntariamente, deciden ya no enfretar, sino simplemente incomodar al poder.
Aunque algunos creen que esta es una tarea exclusiva de los detractores, en realidad es común que quien ejerce "poder" se sienta más incómodo con la crítica de "los de casa".
No se necesita ser opositor para "incomodar al poder". A veces solo basta con expresar lo que uno piensa.
Flor de Loto: Podemos incomodar al poder, no solo pensando y opinando. Una forma más "eficaz" de hacerlo, sería actuando. Actuar en favor del interés general, mas que del propio. Cuando eso no coincide con las decisiones y perspectivaa de los grupos en el poder, entonces si que vale la pena incomodarlos.