A la memoria de Rafa, Pipo y Gabriela;en solidaridad con sus familias
Por el saldo de víctimas, el atentado contra Omar Hamid García Harfuch no fue fallido. Perdieron la vida tres seres humanos. Dos, defendiendo la vida del secretario. Otra, en camino a ganarse el sustento. Hirieron a su objetivo y a otros más. Se lesionó a la sociedad a partir de esas muertes.
Su sacrificio no data del 26 de junio, sino de muchos años atrás, al cuidar con recelo a su jefe y amigo —sobre todo amigo— procurándolo a la par de su más cercano círculo familiar, en el caso de los escoltas caídos y a desafiar horarios e inclemencias para llevar el alimento a su mesa, en cuanto a la tercera víctima.
El atentado, además:
—Exhibió la podredumbre de algunos analistas y “expertos”, que antes de que cantara un gallo, habían decretado el móvil y, de paso, las pifias en que, a su juicio, incurrieron atacantes y agredidos. Como en todo suceso relevante, se trataba de “ellos” y no de otra cosa. Exteriorizaron ese egoísmo individualista que tiene a un amplio sector social anestesiado ante todo lo que trate de los demás.
—Dibujó de cuerpo entero a una criminalidad empoderada, capaz de extender sus tentáculos en el corazón mismo de nuestro país. Delincuencia que emplea, cual trastos desechables, a seres humanos de distintas latitudes a sabiendas de que pueden morir o perder la libertad en una “encomienda”.
—Develó el oportunismo de algunos integrantes de la clase política. No habían siquiera preparado el quirófano o terminado el levantamiento de cuerpos, cuando ya hacían propias las “razones de mérito” del cobarde ataque a uno de los mejores servidores públicos visibles en el combate a la criminalidad organizada.
—Expuso los complejos de ociosos usuarios de redes sociales, que usaron el evento para polarizar y dividir más a la sociedad, adjudicando la saña criminal a la inconveniencia de un proyecto político y no hacia la existencia de un modelo que toma con profunda seriedad el tema de la seguridad, más allá de banderas políticas.
Lo antes dicho se traduce en una real y vigente afronta al Estado mexicano.
Venturosamente, en algo erró el golpe quien lo diseñó: No inhibió el deseo de dar continuidad a la lucha sin tregua para disminuir su amenaza.
Omar García Harfuch lo dijo minutos después del atentado a través de su cuenta de Twitter: “Nuestra Nación tiene que continuar haciéndole frente a la cobarde delincuencia organizada”.
La valentía y ejemplo del secretario de Seguridad de la ciudad más grande del mundo, despertaron a miles deseosos de trabajar incansablemente —con modelo y directriz civil— hasta disminuir a la “cobarde delincuencia organizada”.
Eso, dentro de la pesadilla que se vive en materia de violencia e inseguridad y de lo trágico del atentado, es una noticia alentadora.