En la década de 1970, Olga González-Sanabria descubrió su vocación por la ingeniería en Puerto Rico, inspirada por una charla que transformó su vida. Este momento decisivo la impulsó a seguir una carrera en el ámbito de la ingeniería, lo que la llevó a formar parte de la NASA, específicamente en el Centro de Investigación Glenn, donde hizo valiosas contribuciones al desarrollo de tecnología aeroespacial.
Uno de sus logros más destacados fue la extensión de la vida útil de las baterías de níquel-hidrógeno, cruciales para el funcionamiento de la Estación Espacial Internacional (EEI). González-Sanabria logró duplicar su duración, llevándola a 30 años. Este avance ha permitido que la EEI opere de manera continua desde su lanzamiento en 1998 y ha beneficiado a otras misiones espaciales, como la Mars Odyssey y el Telescopio Hubble.
A lo largo de sus 32 años en la NASA, no solo brilló en el campo de la ingeniería, sino que también se destacó en la gestión. En 2004, González-Sanabria hizo historia al convertirse en la primera mujer latina en ocupar el cargo de Directora de Ingeniería y Servicios Técnicos, superando barreras en un ambiente donde las mujeres aún enfrentaban considerables desafíos.
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