Desde hace muchos años en México el periodismo se ha visto contaminado por la propaganda de manera, probablemente, involuntaria, a causas de esa sociedad entre funcionarios públicos y propietarios de las empresas periodísticas. En el país, hasta hace pocos años ningún dueño de algún medio era comunicador, porque están, en su mayoría en manos de empresarios. Y el régimen anterior fue un contubernio que todavía tiene repercusiones negativas.
Cuando el medio de información tenía necesidad de algunos millones extra del gobierno, se le convocaba al Presidente o a algún secretario de Estado, para ser entrevistados en exclusiva. El medio se encargaba de arreglarle la corbata y pasar de la información al diseño de la imagen del presidente, como sucedía en tiempos del nazismo, donde el artífice de la fusión era anda menos que Joseph Goebbels.
Así, periodismo y propaganda estaba entretejidos, y al periodista de las fuentes gubernamentales se les consideraba asesores de imagen. Todavía hay consultorías de marketing político encabezadas por comunicadores. El manejo de lo aparente, compartiendo créditos entre gobierno y medios se convirtió en manipulación informativa en el fondo.
Ahora los periodistas extrañan no sólo tener información de primera mano, filtrada en comidas y cenas, sino el pago a servicios e supuesta asesoría de imagen que no es otra cosa que el manejo de la información a la medida de las necesidades del poder.
Entonces propaganda e información fue una responsabilidad donde hasta el poder se compartía. Se rendía homenaje a los nazis todos los días en una práctica que intentaba convertirse en hábito y lo es desde el momento en que algunos lectores de noticias de los medios electrónicos de porto les surge la necesidad de corregir modas y actualizar vestuarios.
Lo grave radica en que también diseñaban ideas, difundían rumores, daban a conocer especulaciones, eran adictos a las especulaciones, todo para dar una imagen falsa de los funcionarios públicos con la intención de preservar el poder en las manos de las mismas personas. Porque si bien no hay reelección formal sí había inmovilidad de privilegios en las personas que por décadas se enriquecieron de la sociedad entre gobierno y empresarios.
La propaganda y la información se dieron la mano en México por muchos años enturbiando el ejercicio del poder, la política la democracia, el periodismo, la información y la verdad. La combinación de propaganda y periodismo arrojó a la cotidianeidad mexicana una escala de valores conservadora, casi monárquica, asentada en la discriminación, el racismo, la marginación, el culto a la personalidad y otros daños colaterales creados para construir barreras entre los gobernados y los gobernantes. El elogio a las diferencias sociales que intentaron convertir en doctrina gracias a la fusión entre propaganda y periodismo, donde se erigieron ídolos de barro y héroes de pacotilla.