Recuerdo la primera asignación sobre migración que me dieron como reportera de televisión en Tijuana. Era en un albergue migrante junto al gran muro que divide una colonia tijuanense con territorio estadounidense, durante la Nochebuena de 2006. Hacinamiento, pobreza y condiciones deplorables coronaban aquella Navidad. Apenas y tenían una sopa, la cual compartieron conmigo, y algunas cobijas para pasar la noche.
En términos generales, no mucho ha cambiado desde entonces. Las personas que deciden migrar, se enfrentan a peligros inimaginables. Los miembros de una caravana que viene desde los países del sur y decide atravesar el nuestro, deben encontrarse en la más grande desesperación.
Además del cansancio, la falta de alimento, las enfermedades y el clima tan variable de México, cada caravana debe atravesar las zonas más peligrosas de nuestro territorio. Es decir, al menos tendrán que caminar por plazas controladas por los Zetas, el Cártel Jalisco Nueva Generación, el Cártel del Siglo y el Cártel de Sinaloa. ¿Usted se atrevería a pasarlas caminando?
Es impensable, primero por humanidad, cómo es que el actual gobierno está reaccionando ante la llegada de miles de personas que viajan en la nueva caravana migrante. La imagen lo dice todo. Represión de la misma Guardia Nacional que no pudo pacificar la ciudad de Culiacán tomada por el crimen organizado, pero que sí tiene la fuerza para reprimir a mujeres, hombres y niños que intentan desesperadamente cambiar su destino.
Por otra parte y no menos importante, es puntualizar que el Presidente está violando un acuerdo firmado por nuestro país. Es la Convención de 1951 para los refugiados y que además ha ratificado. En ella se establece que cualquier persona que entre a nuestro país en búsqueda de refugio, gozará de libre tránsito y se velará por sus derechos humanos. No podrá ser deportada a su país de origen.
Desde una óptica externa esto es inaceptable. ¿Qué sucede cuando nos importan poco este tipo de violaciones?
No mucho han cambiado las cosas desde aquellos años en los que, aún y en una ciudad acostumbrada a recibir migrantes como lo es Tijuana, los migrantes tenían que soportar las más deplorables condiciones para llegar a la frontera con Estados Unidos.
Décadas después parece que nada ha cambiado y seguimos tratando de hacer entender a las autoridades y a la ciudadanía que por encima de los intereses propios, su trabajo es garantizar el cumplimiento de los derechos humanos de cada uno de los migrantes que entran a nuestro país.