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APRENDER A CEDER

APRENDER A CEDER

Columnas lunes 31 de enero de 2022 -

Las necesidades de la convivencia social son en ocasiones, algo complejo. Para una mejor y más sana convivencia con otras personas, (lo cual no solo es necesario, sino indispensable), una importante herramienta es esta: Aprender a ceder.

No digo que uno debe ceder en todo. Por supuesto, eso sería contraproducente. Además, ceder en todo implica precisamente que no hemos aprendido cómo hacerlo adecuadamente. El acto de ceder ante las peticiones, deseos o necesidades de otros, es todo un arte. Ni se trata de ceder en todo, ni tampoco de querer que todas las cosas sucedan conforme a nuestra propia visión del mundo. Por eso hay que saber ¿cuándo, cómo, ante quién y para qué ceder?

Pero ¿cómo calcular los riesgos, o el costo-beneficio, de ceder (o de no hacerlo), en diversas situaciones cotidianas?

Uno de los espacios en donde la necesidad de mejorar nuestras habilidades de negociación, es el espacio que se genera en la relación de pareja. En ese espacio se presupone la existencia de una relación afectiva, que podría convertir la posible mediación en algo subjetivo o más complejo. Se dice que, usualmente “el que más ama es el que más cede” (en realidad, no se trata de competir para ver quién es el que más ama, o el que más cede, sino de estructurar una relación de pareja en forma “pareja” o simétrica, y no una relación desigual).

Sin duda alguna, en las negociaciones, pláticas o cualquier situación que ocurre respecto a nuestros hijos, los padres estamos ante una dificultad mayor. Generalmente ante los hijos cedemos de más, debido al cariño y la responsabilidad que implica la relación paterno filial. A veces también sucede lo inverso. A cierta edad, es muy común tratar de ceder ante las peticiones de nuestros padres, sobre todo cuando se encuentran en edad avanzada.

Cuando la familia no está involucrada, o cuando no se presentan ese tipo de consideraciones de carácter afectivo o emocional, debemos encontrar otras maneras de poner a prueba nuestras habilidades de negociación, de mediación, o de solución pacífica de controversias. Muchas de esas veces, sin contar con conocimiento, herramientas o metodología adecuada para ello. Lo hacemos en forma intuitiva.

Una persona que quiere imponer sus reglas, su visión del mundo, que no sabe ceder o negociar, es alguien que a lo largo del tiempo termina solo o abandonado. Las demás personas no están allí para cumplir nuestras expectativas. Alguien que en el desarrollo de un proyecto colectivo termina por intentar obtener todos los beneficios, o mejorar sus beneficios a costa del trabajo de otros, no puede esperar al final la “lealtad” del grupo.

Flor de Loto: Aprender a ceder es encontrar el punto medio entre nuestros propios intereses, y los legítimos intereses de otras personas.


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