Columnas
Ximena Guzmán y José Muñoz, eran gente respetable que cumplían a cabalidad sus funciones como parte del equipo de la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México. Gente respetable y trabajadora no merece ser ni maltratada, humillada o lastimada de forma alguna por los motivos que sean. El asesinato de los funcionarios es un atentado a todos los ciudadanos y en nombre de todos, la solidaridad entre nosotros debe de ser total, y la exigencia de justicia es lo que de menos podemos pedir.
Desgraciadamente, cuando se tolera la injusticia, como decía el gran Solón de Atenas, sólo se recibe injusticia, el problema está en que mucho se creen inmunes. El miedo a los miserables solamente enturbia el contexto, y tiene como resultado el odio y su hija la venganza. Solamente la legalidad puede confrontar a la podredumbre, pero si se ha violado a esta, en pos de creer que así se logra impunidad, la violencia vendrá transmutada y para los que se creían seguros bajo el amparo de la injusticia, el desengaño llegará con crueldad.
La tolerancia a la injusticia se presenta con otro de sus tentáculos en nuestra lastimada capital, la asquerosa presencia de la CNTE, ese monstruo pestilente al que se sacó de la mazmorra donde yacía a cambio de sus votos, viene a extorsionar como de costumbre a los mismos que los invocaron, por lo que en cierta medida, si no hubiera gente inocente sufriendo con la horrorosa, vulgar, cínica y sucia organización mafiosa indigna de denominar “magisterial”, diríamos que es la propia maldición de la injusticia presentándose otra vez.
La CNTE, que el día 22 de mayo ha tenido la “magnífica idea” de compartir con gobiernos extranjeros la “grandeza” de su causa, cree que todo el mundo tiene hacia ellos la actitud victimista con la que santifican su hipócrita causa, y que pueden engañar a todos los que sabemos que llevan más de treinta años sin concluir un solo ciclo escolar, que se tragan buena parte de los recursos para educación que no van para nuestros niños, sino para los insaciables hocicos de los que en nombre de las más sublimes causas, se dedican a violentar a una sociedad que no sólo no les cree, sino que los desprecia.
La presencia criminal de esa horda satura fundamentalmente las aulas de los estados más pobres, donde muchos de ellos reparten entre los chicos su adoctrinamiento ideológico. A nadie ha sorprendido que el pestilente platón con que saquean el Centro Capitalino haya logrado un amasiato con los otros extorsionadores famosos, los ambulantes que han hecho público su amor con la “coordinadora”. De ese amasiato -un tanto incestuoso, porque a nadie le queda duda de que son familia-, al menos brota el anticristo.