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La oposición en picada

La oposición en picada

Columnas martes 18 de agosto de 2020 -

Los esfuerzos denodados por denostar al presidente Andrés Manuel López Obrador, en la inmensa mayoría de los medios de comunicación, no se han traducido en una transformación en las percepciones de la mayoría de la población. Peor todavía, los desencuentros de casi un tercio de gobernadores con el gobierno federal han languidecido públicamente. Basta con leer las notas del fin de semana, que muestran que han sacado la bandera blanca y reconocido que sus amenazas de separatismo sólo fueron eso: escaramuzas que les ha traído un efecto bumerang. Error de cálculo, sobrevaloración de sus posibilidades o las dos cosas, lo cierto es que los gobernadores han debido reconocer que no pueden solos y, por ende, se entiende necesitan del presidente López Obrador para mantener la gobernabilidad en sus estados. Si no fuera el caso no hubieran hechos semejantes declaraciones públicas y ya habrían optado, por ejemplo, por la vía de Cataluña, en España, que tiene su propia lengua, identidad, recursos y toda una narrativa que le permite retar al Estado español. No es el caso en ningún estado de México. No existe, tampoco, personaje alguno que pueda ser el catalizador de la oposición. El diario Reforma indica que su principal líder es Ricardo Anaya, quien vive fuera de México y ha sido severamente cuestionado desde el sexenio pasado. El líder aspiracional, el gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, cuenta sólo con el 9% de las preferencias para encabezar a los detractores presidenciales y también ha debido agachar la cabeza ante la 4T. De pena ajena, por decir lo menos, fue no su acusación contra el presidente de la República por supuestamente crearle problemas en su estado, sino su rápido cambio de discurso donde hasta disculpas ofreció. Es natural para el sentido común que cada quien debe escoger sus batallas y emprender una si se tienen posibilidades reales de ganarla, al menos razonablemente. El sentido común, como dice la conseja popular, es el menos común de los sentidos. De ahí, tanto gobernador opositor damnificado por el peso de sus propias palabras. Si esa es una mala noticia para los opositores, sin prejuzgar si tienen o no razón en sus reclamos, peor es la liberación que empieza a generarse con los videos de Lozoya, donde involucra a personajes de alto nivel del Partido Acción Nacional en presumibles actos de corrupción. Dice la conseja que una imagen- aquí un video-vale más que mil palabras. Tiene un efecto catártico en la inmensa mayoría de la población, que siempre ha estado marginada y esas acciones las observa como una acción gratificante, con razón o sin ella. En esa misma dirección se inscribe el hecho de que el presidente López Obrador ha roto los esquemas tradicionales de la política mexicana. Se ha mantenido permanentemente en campaña, es decir, a la ofensiva no a la defensiva, que es propio de un gobernante mexicano. Ello, le ha generado críticas en sus opositores, pero no ha roto ninguna disposición constitucional. De ser el caso, esa política ya hubiera sido controvertida ante la autoridad judicial competente. La ofensiva de AMLO le permite ganar los espacios en la agenda pública, con sus yerros, errores y todas sus faltas que pudieran existir, pero una cosa es cierta: establece la agenda de la discusión social, es un sobreviviente de la política mexicana que conoce desde sus entrañas y ejerce el poder presidencial con todas sus atribuciones, porque lo puede hacer como ningún otro mandatario en la historia contemporánea del país. Cuenta, además, con un valor muy importante para el pueblo: no se le ha encontrado un patrimonio que no pueda justificar. Los intentos por descalificarlo en esa dirección han fracasado y al no encontrarle nada, sus detractores se van con todo contra su hijo menor por haber viajado a ¡Acapulco! Como si el menor debiera estar condenado a vivir como la orden de los carmelitas descalzos e ir a Acapulco no estuviera en las posibilidades económicas de cualquier hijo de un profesor de tiempo completo universitario, como es el caso de su madre. Hasta ese nivel han llegado los opositores de AMLO porque no tienen nada contra él, quien es el responsable de la conducción del país, pero en esta lucha política desesperada de los opositores no hay ningún valor ético que observar, porque la ética es un estorbo para ellos. Las elecciones del 2021 vistas desde ahora, parecen que serán una repetición del 2018, pero con los márgenes de maniobra que permite tener el poder presidencial. Se dice y bien que quien puede lo más, puede lo menos. Y la inmensa mayoría que no tiene nada, tenga o no razón, no discuto ese punto, ve al presidente como uno de los suyos y con eso es suficiente y de sobra para renovar las preferencias electorales el próximo año, si no hay grandes cambios en el camino que por ahora no se avizoran o que estén fuera de la capacidad de encauzarlos por el mandatario mexicano.



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