Columnas
En México, héroes y villanos nunca descansarán en paz; no sólo porque la clase política suele desempolvarlos para usarlos a diestra y siniestra, sino porque la historia oficial nunca pasó por el panteón: por eso tenemos cráneos, fémures, falanges, todo tipo de huesos, ropajes y otros objetos tocados por la muerte que dan testimonio de su paso por estas tierras.
De las reliquias de santos que la iglesia acostumbraba exhibir cada 2 de noviembre durante el México virreinal transitamos a las conservación de huesos patrios o reliquias cívicas —no dejen de visitar mañana la Capilla de las Reliquias en la catedral, nunca lo olvidarán—.
—“¿Por qué no guardamos el cráneo del tigre de Santa Julia y lo exponemos en la Casa del Risco en San Ángel, propiedad del fundador del grupo Atlacomulco: Isidro Fabela?” —“¡Mira!, recuperé un pedazo del cristal de los anteojos que llevaba Gustavo Madero la noche en que lo masacraron frente a la Ciudadela” (Centro de Estudios de Historia de México-Carso)”; —“Anastasio Bustamante era puro corazón, si no me crees, se lo puedes ver; está colocado junto a los restos de Iturbide en la capilla de San Felipe de Jesús en la Catedral Metropolitana”. —“¿El de Bustamante? No inventes, era más grande el corazón de Melchor Ocampo que está expuesto en el edificio principal de la Universidad Autónoma de Michoacán, antes Colegio de San Nicolás en Morelia. El verdadero corazón de la Universidad”.
Nada como guardar algo de ropa, nunca se sabe si alguna vez se nos antojará ver la pijama ensangrentada que usaba don Venus cuando lo asesinaron el 21 de mayo de 1920 (Museo Casa de Carranza); o el calzón de malta teñido de rojo y agujereado que llevaba Zapata debajo del traje charro cuando cayó en Chinameca el 10 de abril de 1919 (Cuartel General, Tlaltizapán, Morelos); o la camisa muy fifí, color mamey, que llevaba Francisco R. Serrano cuando lo ejecutaron en Huitzilac, Morelos, pero creo que se echó a perder, quedó casi ennegrecida por su sangre (Castillo de Chapultepec).
¿Qué pasaba por la cabeza de don Venus cuando decidió conservar dos fragmentos de bala que fueron extraídos de las cabezas de Madero y Pino Suárez luego de ser asesinados? (Museo Casa de Carranza). En todo caso, siempre me pareció más atinado haber conservado cuatro de las ocho balas que recibió Maximiliano, hacer un cuadro con un pedazo de su barba y exponerlo todo junto en el recinto a Juárez en Palacio Nacional.
Queridos lectores, ¿se limpiarían la nariz con un pañuelo mojado en la sangre de Maximiliano como el que resguarda el Museo de Historia Mexicana de Monterrey? Las señoras queretanas, admiradoras de Max, enviaban a sus sirvientes para que el médico que realizaba el embalsamamiento, por una módica cantidad, empapara sus pañuelos con la sangre azul del austriaco que ni era tan azul.
Los huesos de los héroes que nos dieron patria y libertad han rodado de acá para allá. Desde 1823, sus restos peregrinaron; fueron colocados en la catedral, en la capilla de San José, los sacaron durante el porfiriato para darles, literalmente una limpiadita, los lavaron con estropajo y lejía, los llevaron al monumento a la independencia en 1925 y los pasearon por Reforma en 2010 para que, durante el bicentenario, la gente pudiera ver que mal les cae la muerte a todos, no le hace que seas héroe de la patria.
Urnas, osarios, relicarios, héroes o villanos, poco importa, al final, Álvaro Obregón tenía razón: “Y aunque distintos sus linajes sean/en las noches oscuras/ los fuegos fatuos/juntos se pasean”.