Columnas
Mujeres y hombres por aquí y por allá, con tan poco espacio entre ellos que pareciera que sienten la respiración y la acelerada palpitación de quien tienen a un lado.
Todos van uniformados para identificarse como parte del mismo equipo, porque entre tanta humanidad sería una locura reconocerse y pegarse cuerpo a cuerpo con un mismo fin.
Así son los castells, una práctica cultural con más de 200 años de historia en Cataluña, España, y que desde hace ocho años fue declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco.
Son torres humanas, que pueden llegar hasta nueve pisos de altura, con mucho esfuerzo, una coordinación impecable y un admirable trabajo en equipo.
Tradiciones que identifican a una cultura, que los niños lo heredan de los padres, los padres de los abuelos y que la fuerza y el equilibrio que se necesita son su fortaleza para sostenerse entre ellos aún y con el cuerpo temblando.
El fotógrafo español David Oliete, originario de Tarragona una ciudad en las orillas del Mediterráneo, comenzó en 2000 a fotografiar esta tradición cultural de los castells, en Cataluña, que ya es considerada parte de la identidad de los catalanes.
Con 10 años capturando el concurso, David ha ido experimentado distintos enfoques, a veces documentando la llegada de los participantes, el momento de uniformarse, la organización, estando al ras del suelo, pero también desde los aires.
▶ Esta imagen que aquí ven, es parte de una serie de tomas que ha cubierto en la Plaza de Roros Tarraco Arena Plaza, en donde hay una plataforma circular en el centro de la plaza y que desde allí captura estas impresionantes escenas.
Asegurado con un arnés, con una cámara Canon 5D MarkIII con un 24- 70 mm o a veces un telefoto 70-200 mm 2.8f trabaja la cobertura del concurso celebrado en Tarragona cada dos años y que es el único evento de este tipo, en donde las torres humanas son evaluadas con puntos, de tal forma que los que mejor realicen esa construcción entre brazos fuertes y vigorosas piernas son los ganadores.
David ha recibido una decena de premios por su labor con los castells, y es curioso porque navegando en trabajos de otros fotógrafos que también han cubierto este evento, no encuentro nada similar. Y a pesar de que las multitudes ejecutan las posiciones que dibujan al ojo figuras simétricas haciendo la mitad de la foto, no se ven igual.
El ojo de Oliete y la técnica del uso de la luz hacen la gran diferencia. Quizá los 10 años de cobertura, lo hacen saber los momentos clave en la formación de las torres. Sus fotografías están cuidadas para verlas a partir del centro e ir saliendo poco a poco.
Las viñetas que oscurecen las esquinas del cuadro, ayudan a que tenga mayor profundidad y que los líderes del centro sobresalgan del resto de los musculosos y frondosos hombres.
Le preguntaba si sabía que sus fotografías transmitían casi como estar allí, a lo que me respondió que justo busca que con su trabajo logre emocionar o hacer reaccionar emocionalmente de alguna forma al espectador.
“Si consigo esto, para mi es una buena foto”, dice.
El buen manejo de la luz, y la amplitud visual que logra David para este tipo de fotos cenitales, hacen de cada encuadre una composición visualmente placentera.
Porque también se corre el riesgo de que cuando son multitudes las que se capturan, se transmita al espectador un poco de caos, de desorden con la ausencia total de estética visual.
Podemos casi imaginar el estrés y la serie de movimientos orquestados acompañados de los gemidos masculinos para lograr su torre de manera perfecta y salir victoriosos.
Me ha parecido un trabajo que había que compartir en Enfoque Manual y que más allá de los castells, la formación técnica de fotografía y de cine que tiene David Oliete no hay que perderla de vista y seguir su trabajo.
Los invito a conocerlo en su web www.davidoliete.com o en su Instagram @davidoliete.