Pedro Arturo Aguirre
Para los líderes autoritarios y “hombres fuertes” de hoy Mijaíl Gorbachov es un perfecto “mal ejemplo”. Esto ha sido, desde un principio, especialmente cierto para los líderes chinos, pero también lo es ahora para los autócratas de naciones como Kazakstán, Uzbekistán, Azerbaiyán, Turkmenistán y Tayikistán. La lección es: no hagas ningún tipo de apertura política porque la gente siempre querrá más y más hasta verte derrocado. Gorbachov inició su glasnost a la par de arrancar con su perestroika mientras Deng Xiaoping aplicaba su la modernización económica y posponía indefinidamente la democratización. A la luz del impresionante desarrollo económico logrado por China parcería esta la decisión correcta, pero Deng y Gorbachov enfrentaron realidades y contextos muy diferentes. No entender esto lleva a sacar conclusiones erróneas sobre las razones del fracaso de la Perestroika.
Deng consideraba a Gorbachov un "idiota", según cuenta uno de sus hijos. Pare él, Gorbachov invirtió las prioridades y su secuencia. Estaba desconcertado por la estrategia de mezclar reformas de libre mercado con la democracia. Fue testigo de cómo el “mal ejemplo” del líder soviético alentaba a los manifestantes en la Plaza de Tiananmen a exigir un camino similar para China. Los estudiantes consideraban al líder soviético un símbolo de la reforma verdadera. Todo terminó cuando los tanques invadieron la plaza y cientos de jóvenes fueron asesinados.
Desde su llegada al poder, Xi Jinping ha hecho del fin de la Unión Soviética un prontuario para el futuro del país y la supervivencia del Partido Comunista. Por eso toma medidas enérgicas contra la disidencia, incrementa la vigilancia electrónica sobre los ciudadanos, aborrece la experiencia democrática de Taiwán, aplasta a las fuerzas prodemocráticas en Hong Kong y supervisa el encarcelamiento masivo y la esterilización forzada de uigures y tibetanos. Su gobierno también ha aumentado la glorificación del Partido Comunista y la suya personal y forma parte de una asociación antioccidental con Putin, quien está decidido a revertir la histórica “catástrofe” provocada por Gorbachov.
Pero Gorbachev no tenía alternativa: debió combinar democratización con apertura económica porque necesitaba poner fin al monopolio político del Partido Comunista y de la poderosa nomenklatura soviética. Elecciones libres era la única forma de implementar su agenda económica y legitimar sus iniciativas. En lugar de ello nacieron movimientos no comprometidos la Perestroika, se desataron fuerzas centrífugas de un enorme e inoperante imperio multinacional y surgieron caudillos regionales, pero, a fin de cuentas, desapareció de un régimen opresivo y se acabó la Guerra Fría. Deng tenía la ventaja de no enfrentar a una nomenklatura realmente fuerte. Pudo construir una coalición política con pocos obstáculos para arrancar sus exitosas reformas económicas. Pero en China el desarrollo económico ha tenido un costo terrible en términos de libertades personales y derechos de las minorías.