Columnas
El espacio, que antes veíamos como un lugar de paz y descubrimiento, está cambiando. Desde la Guerra Fría, cuando Estados Unidos y la Unión Soviética competían por llegar a la Luna, los países han mirado las estrellas con ojos estratégicos. Hoy, Rusia, China y Estados Unidos lideran una carrera distinta: dominar el espacio con satélites avanzados. Estos no solo toman fotos o predicen el clima; muchos usan inteligencia artificial para espiar, interceptando señales de teléfonos, correos y hasta movimientos de tropas enemigas. Pero la cosa se pone más seria: algunos satélites ya están armados con láseres o explosivos capaces de destruir otros en órbita.
Esta nueva guerra espacial podría ser devastadora. Imagina un ataque que deje pedazos de metal flotando a miles de kilómetros por hora. Esa basura espacial podría chocar con satélites de comunicaciones, como los que usamos para internet, GPS o televisión. En 2007, China probó esto al destruir uno de sus propios satélites, creando miles de fragmentos que aún amenazan misiones espaciales. Si esto se repite a gran escala, podríamos perder servicios básicos y quedar incomunicados. Peor aún, hay rumores de portaviones espaciales, naves gigantes que podrían lanzar ataques desde el cielo, algo que hace 20 años parecía solo de películas, pero que hoy la NASA y SpaceX ya exploran como posibilidad militar.
¿Estamos listos para esto? La tecnología avanza a pasos gigantes, pero las leyes no. La ONU ha intentado regular las armas espaciales desde los años 60, pero no hay acuerdos firmes. México, por ejemplo, depende de satélites extranjeros para telecomunicaciones y clima; un conflicto allá arriba nos golpearía duro. Si no actuamos pronto, el espacio podría pasar de ser una frontera de sueños a un basurero de guerra. Necesitamos reglas globales antes de que sea tarde.
Nuestro país depende de satélites extranjeros para el 90% de sus telecomunicaciones. Un ataque espacial nos dejaría incomunicados y vulnerables: sin transacciones bancarias, sin alertas tempranas de desastres, sin coordinación aérea. Y lo más grave: no tenemos un plan.
La ONU ha fracasado en regular el espacio desde los años 60. Mientras las potencias prueban armas, no hay tratados que prohíban militarizar la órbita terrestre. Urge que países como México exijan acuerdos internacionales antes de que la primera bomba espacial estalle.
El espacio podría ser nuestro mayor logro o nuestra peor pesadilla. La decisión es ahora: ¿queremos estrellas o cicatrices de guerra?
Octygeek / Alejandro del Valle Tokunhaga
Cofundador de Octopy empresa Robótica e AI