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Ola de calor y plomo

Ola de calor y plomo

Columnas jueves 09 de mayo de 2024 -

La misma semana, en varios estados de la república, la narrativa de la violencia escalada se tragó el resto de los titulares. Los más sonados a nivel nacional, quizás fueron estos: autoridades educativas en el estado de Michoacán reportaron una pérdida de 50 de los 190 días de clases en colegios de educación básica, lo que implica una cuarta parte del ciclo escolar; hubo una serie de narco-bloqueos en distintos puntos carreteros que cruzan 11 municipios de Zacatecas, con muertos, detenidos, incendios y más daños; y varios centenares de soldados y vehículos armados llegaron a Tabasco “a reforzar”.

Aunque no es lo mismo que provocarla, ni mentir al respecto, los medios están normalizando la violencia, aunque digan que no. La sociedad también, aunque también haga desplantes de terror al estilo de la tía Lola. Los gobiernos, dependiendo del color, están magnificando incidentes o minimizándolos, volviendo el tema uno partidista y competencial, en lugar de estructural y nacional. Patético pero esperable.

Ahora bien, el tipo de violencia normalizada es el de los enfrentamientos entre bandas organizadas, y las ejecuciones “limpias”, también entre bandas. No se normalizará nunca la inseguridad en los delitos que tienen por su propia naturaleza víctimas “civiles” (los miembros del crimen organizado no se tratan como civiles por la narrativa estatal, desde hace al menos dos décadas): secuestro, extorsión, trata de personas.

Los 3 casos reportados la misma semana en distintas entidades federativas, permiten recordar un poco esta diferenciación: En Michoacán, hay una clara diferencia entre las zonas donde los delincuentes y sus familias viven, y donde operan, que sin embargo es una zona densamente poblada. Ningún narcotraficante que tenga hijos estudiando en una escuela cercana, se bate a balazos con nadie, y menos cuelga cadáveres en las inmediaciones. Esto no es un comportamiento de empresa criminal, sino de terror al estilo africano, generar miedo por el miedo mismo.

En Zacatecas, se vivieron “narcobloqueos” y balaceras muy al estilo de las ocurridas en Sinaloa en el fallido operativo conocido hoy como “Culiacanazo”. El término por sí solo ya implica una narrativa que, de nuevo, normaliza una supuesta sucesión de acontecimientos: se apresa o abate a un “jefe de plaza”, que es un primer acto valiente y sanador del tejido social (se infiere), y acto seguido sus huestes reaccionan con virulencia, poniendo en riesgo a la población civil e incomunicando territorios (un acto de beligerancia de tal magnitud que merece un análisis serio), para, al final, darse por vencidos y entonces la plaza queda más tranquila y además más segura, con una victoria de las fuerzas de la ley sobre la delincuencia. Todo esto que he relatado en este inciso, sin broma, es lo que se implica al manejar el incidente como lo están haciendo, pero que las cosas sean efectivamente así no es más que una hipótesis.

El caso de Tabasco es trágico e interesante a la vez. La entidad pasó años, quizás décadas, siendo una de las más pacíficas del país. De hecho, era uno de los ejemplos que se utilizaban para mostrar que la seguridad y el crecimiento económico no siempre van de la mano, puesto que también era de las entidades más marginadas y pobres (lo sigue siendo). Ahora bien, estos últimos años, la escalada de violencia es dramática, y coincide, precisamente, con el crecimiento económico del estado. No quiero decir que están relacionados (es este tipo de conclusiones las que se quiere evitar), pero definitivamente coinciden, y habría que meterse a revisarlo. Porque si en México la violencia lo que sigue es al dinero, la estrategia de hacer mega obras en estados pobres deberá acompañarse de otra, para blindar a su población del rápido surgimiento de mafias y criminales comunes.

Al final, nos quedamos con la desazón de que el Estado mexicano (todo, de cualquier color e ideología), no ha logrado salir del simplismo indolente desde 2006, por lo menos. Se claudica a presentar soluciones y nos conformamos con explicaciones, que además son puros lugares comunes para encuadrar los incidentes en una película de vaqueros: “es que abatieron al Totis, que era el lugarteniente del Takis, que es el que controla todo el desmadre en la región, y que se está peleando por el control del corredor con el Gansito, que tiene bajo su mando a los Flipis, que son bien sanguinarios. Y pues así se explica todo”. Pues así.


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/CR

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