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El Hombre que Transformó la Música Ranchera en una Sinfonía Inmortal
En el majestuoso firmamento de la música mexicana, donde las notas resplandecen como estrellas inmortales, hay nombres que trascienden el tiempo, figuras cuyo genio no solo enriqueció el sonido del mariachi, sino que lo elevó a las más altas esferas del arte musical. Entre ellos, Rigoberto Alfaro brilla con luz propia, no solo como arreglista, sino como el orfebre de las armonías, el arquitecto sonoro que con cada partitura convirtió la tradición en una obra maestra.
Los Primeros Acordes de un Genio
Nacido el 1 de noviembre de 1934 en Yurécuaro, Michoacán, Alfaro mostró desde temprana edad una sensibilidad musical que lo distinguiría de los demás. Su oído privilegiado y su innata capacidad para comprender la estructura de la música lo llevaron a perfeccionar su arte en la Escuela Libre de Música y Declamación, donde su talento no tardó en florecer.
Fue en los escenarios de la vida cotidiana donde el joven Rigoberto empezó a forjar su leyenda. Desde sus primeras incursiones en agrupaciones locales hasta su llegada a los grandes escenarios del mariachi, su genio comenzaba a manifestarse en cada nota que tocaba, en cada arreglo que diseñaba con precisión quirúrgica.
El Encuentro con la Grandeza
Mariachi Vargas de Tecalitlán
El destino, siempre sabio, le tenía reservada una de las más gloriosas trayectorias en la historia del mariachi. Gracias a la recomendación de su entrañable amigo Rubén Fuentes y con la venia del legendario Don Silvestre Vargas, Rigoberto Alfaro se incorporó al Mariachi Vargas de Tecalitlán, la agrupación más emblemática de México.
Fue allí donde su talento encontró el lienzo perfecto para desplegarse. Su trabajo como arreglista y guitarrista en la agrupación no solo redefinió el sonido del mariachi, sino que lo proyectó a niveles nunca antes alcanzados. Sus arreglos dotaron de una nueva majestuosidad a cada interpretación, logrando un equilibrio perfecto entre la tradición pura y la sofisticación armónica.
Un Alquimista del Sonido
Rigoberto Alfaro no era un simple arreglista; era un alquimista que transformaba cada composición en una joya sonora. Su capacidad para entender las emociones ocultas en una melodía y traducirlas en armonías sublimes hizo que su trabajo trascendiera generaciones.
Figuras icónicas como José Alfredo Jiménez, Juan Gabriel, Lola Beltrán y Vicente Fernández confiaron en él para dar vida a sus canciones. Cada una de sus creaciones fue un despliegue de maestría, donde el violín, la trompeta, la vihuela y la guitarra dialogaban con una elocuencia sin precedentes.
Entre sus arreglos más legendarios destacan piezas inmortales como:
“Si nos dejan” – Un himno de amor eterno, cuya grandeza se debe en gran parte a la genialidad armónica de Alfaro.
“Urge” – Una de las más intensas expresiones de desesperación y deseo en la música ranchera.
“De qué manera te olvido” – Un clásico donde su toque refinado logró inmortalizar el dolor de la despedida.
Cada obra suya es un testimonio de su refinado sentido estético, donde la tradición y la modernidad se funden en un abrazo melódico.
El Legado de un Maestro
Con el paso de los años, Rigoberto Alfaro se convirtió en referente absoluto del arte de los arreglos para mariachi. Su influencia trascendió los escenarios y las grabaciones; su visión revolucionó la manera en que el mariachi se interpretaba y se sentía.
A lo largo de su ilustre carrera, fue mentor y guía de innumerables músicos que hoy siguen su legado. Cada nueva generación de intérpretes ha bebido de su sabiduría, encontrando en su obra un faro de inspiración y un modelo de excelencia.
Un Adiós que Resuena en la Eternidad
El 20 de noviembre de 2024, a la edad de 90 años, Rigoberto Alfaro emprendió su viaje final, dejando tras de sí un legado de inigualable grandeza. Su fallecimiento marcó el fin de una era, pero su música continúa resonando en el corazón de México y en el alma de todos aquellos que han sentido el poder del mariachi en su máxima expresión.
Hoy, su nombre no es solo un recuerdo; es un estandarte, un símbolo de excelencia y dedicación. Rigoberto Alfaro no fue un simple arreglista. Fue el arquitecto de emociones, el forjador de armonías eternas, el genio que supo escuchar el alma del mariachi y transformarla en música inmortal.