Columnas
Buena parte de los beneficiados con las Afores desisten de cobrar por los engorrosos trámites que imponen las diferentes empresas que las manejan, cuyos requisitos parecen insalvables para los “beneficiarios”.
La mayoría de quienes intentan cobrar las Afores dejan el trámite a la mitad y cuando quieren contratar a alguien que haga la gestión, no hay a quien acudir, a nadie le interese realizar un trámite porque recibirán un porcentaje de lo conseguido, que por lo regular es muy poco. Si cobran una cantidad fija, al “beneficiario” no le toca nada.
Si fuera negocio habría anuncios de gestores, licenciados y actuarios en los medos, ofreciendo los servicios para tramitar las Afores. Fue un acuerdo más en lo oscurito. Se trata de un verdadero vía crucis la que debe hacer cada trabajador, todos ellos con más de 65 años de edad, quienes deberán visitar los lugares donde trabajó para encontrar constancias, ir al IMSS i al ISSSTE, en ocasiones a ambos, a realizar filas interminables, recorrer buena parte de las ciudades para conseguir lo que empresas como Profuturo exigen para soltar el dinero. De otra manera no hay nada.
Si el “beneficiario” se trasladaría en taxi a los lugares donde es enviado, quedaría tablas con lo que van a entregarle, porque gastaría más de lo que puede recibir de su Afore. Ese dinero que no se cobra se queda en los bancos. De hecho, la vigilancia que tienen estas empresas sobre la sobrevivencia de sus clientes es puntual y precisa. Al envío de los restados de cuenta piden verificar que la recibió el beneficiario sólo para saber si sigue vivo.
Así, quienes debieron rescatar un recurso que por derecho le corresponde, termina por regalarlo a las instituciones donde se inscribió, luego de ruegos de los vendedores que pronostican una gran prestación. Ahora se reducen cada día más las empresas con ese servicio, cuyas cantidades son tan reducidas que también, solicitaron dejar de prestar ese servicio.
Es decir, las afores no son negocio para nadie, a veces ni para los bancos, menos aún para el beneficiario.
Sería impensable la reacción violenta de la derecha si se intentara transformar este tipo de “prestaciones” porque basta con sea una propuesta oficial para que se nieguen rotundamente, más aún estando de por medio ganancias bancarias o de empresas privadas que adoptaron este servicio para hacer negocio no como un servicio social.
Nunca nadie le preguntó a los trabajadores si querían un servicio así, fue un arreglo, como muchos en el pasado, entre gobierno y bancos para ganar dinero, dejando al margen de los beneficios al trabajador. En su momento se denunció y ahora el monstruo ha crecido tanto que es necesario una mutación cuyos resultados redunden en un real beneficio a los trabajadores.