Columnas
@onelortiz
https://youtu.be/oSX5iDrI3Lw?si=n7a0wzrxvT2JlP21
La combinación de la inseguridad y política es una mezcla donde pierden las víctimas y los únicos beneficiados son los delincuentes. El presidente Andrés Manuel López Obrador, obvio en una de sus conferencias mañaneras, denunció la estrategia de la oposición en contra de su gobierno y del movimiento al cual pertenece.
Se trata, comentó AMLO, de un discurso, ahora le llaman narrativa, con dos vertientes. La primera, denunciar el supuesto autoritarismo de su gobierno y sus ataques a la libertad de expresión. La segunda, el desbordamiento de la inseguridad y la violencia. Presentar a México como un país sin ley o mejor dicho uno en donde mandan los delicuentes.
El presidente responde a la oposición denunciando campañas negras y manipulación de medios; presentando informes oficiales donde se establece una disminución significativa de la incidencia delictiva durante su gobierno. La oposición, le contesta con alguno de los múltiples hechos de sangre. El presidente descalifica, la oposición denuncia. De esta manera, la inseguriad se integra al discurso político en la disputa por el poder, mientras que las víctimas de los delitos esperan y desesperan por justicia y los delincuentes gozan de impunidad.
En países, particularmente en Europa y EU, la denuncia de hechos delictivos cataliza las investigaciones para llegar a los responsables y sus redes de complicidad.
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En México, la denuncia de hechos de sangre sólo en contadas ocasiones contribuyen a la solución, como ocurrió recientemente con el grupo de colombianas que desapareció en Tabasco y que la exposición mediática favoreció su aparición. Lamentablemente, en la mayoría de las ocasiones solo se nutre el espectáculo grotesco de la violencia.
Cuando un asunto de inseguridad se politiza, se vuelve una coartada perfecta para políticos y autoridades, porque acusan presiones en su contra y evaden de esta manera la responsabilidad de cumplir con sus funciones de garantizar seguridad. El ejemplo más elocuente de esta situación ocurre en estos momentos en los estados de Guerrero y de Guanajuato.
En Guerrero, casos como el de Chilpancingo, Acapulco y Taxco, deberían concentrar toda la atención estatal y federal, en cambio se convierte en una lucha entre gobierno y oposición. El primero para tratar de minimizar de manera incorrecta los hechos y el segundo, en magnificarlos, lo cual es una actitud miserable.
En Guanajuato, en donde se han producido los hechos de inseguridad más impactantes de finales del año pasado y del arranque de éste, los papeles se invierten. La oposición y el gobierno estatal minimizan los hechos, mientras que las autoridades federales señala su preocupación al respecto.
¿Existe alguna manera de mejorar la seguridad en estos estados? Sí, pero en tiempos electorales, los ciudadanos estan solos. Eso pienso yo, ¿usted qué opina? La política es de
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bronce.