La visión de quienes se refugian en la independencia partidista, pero no ideológica, en lugar de dignificar su postura autónoma, desgastan el sistema de partidos y dejan las ideologías en el limbo.
En México el grupo de candidatos independientes no es aquella que ideológicamente rechace las posturas políticas de los partidos en competencia, sino que lo integran los rechazados de los partidos existentes que no les dieron una candidatura. Lo que quiere decir que no son independientes por convicción sino por vulnerabilidad y defienden su postura no sólo como si tuvieran razón, sino como si fueran los mejores.
Todo empezó con las candidaturas independientes que mostraron una decepción como para no volver a intentarlo. En primer lugar mostró su miseria quien fuera gobernador de Nuevo León, Jaime Rodríguez Calderón, y un joven de Jalisco de apellido japonés, que pasó sin pena ni gloria su autonomía a grado tal que debió posteriormente concursar por un cargo de elección popular a través de un partido estatal y perdió la presidencia municipal de Zapopan.
En algún momento las candidaturas independientes intentaron salvar la democracia y la fe en la política de México, sobre todo luego de ver lo inservible que era la mal llamada alternancia con la llegada de Fox a la Presidencia, quien nada cambió.
Ahora hasta existe en el senado un grupo independientes que no representa a nadie, porque aún antes de conformar le grupo nadie votó por ninguno de los cinco porque son plurinominales. Su pluralidad radica en cinco independencias sin posturas sólidas que les identifique.
Su conducta es más cercana al golpismo que a la democracia y su origen de ultraderecha niega cualquier independencia auténtica.
La experiencia de los candidatos independientes o quienes así se declaran para mostrar inconformidad y no diferencias ideológicas, como sería lo ideal; es decir, se salen de su partido o toman el rumbo de la independencia por el rechazo del que son objeto o ya en el poder se pasan a las filas de una independencia que sólo es de membrete a causa de la marginación que les impone su incapacidad política.
En todo este tinglado de caprichos lo que se golpea es el sistema de partidos, que dicen rechazar pero nos rige, a pesar de sus berrinches. Un sistema que muestra su decadencia con severas consecuencias para la democracia en buena parte de Europa, cuyos políticos oscilan en forma de péndulo como evidencia de la falta de brújula ideológica que, bien o mal, definen los partidos.
Pasan de la ultraderecha a la utraizquierda, con disposiciones de gobierno que sólo lamentan y mucho, los habitantes de esos países. En México habrá que aceitar la maquinaria del sistema de partido mientras sigue creciendo la conciencia ciudadana y la desinformación siga su paso a la extinción.